Oradores: Mons. José A. Rovai, Padre Julio Merediz, Prof. Padre Mario Llanos |
Mons. Carlos Ñañez |
HOMILÍA DE CIERRE
Homilía de cierre del
Encuentro Nacional de Sacerdotes (Mons.
Santiago Olivera)
En Cura Brochero, 4
de septiembre de 2014
Colosenses 1, 24-29
Salmo 22
Lucas 15,1-7
En este lugar que
llamamos “corazón sacerdotal de la Diócesis” y que en estos días bien podríamos
llamarlo corazón sacerdotal de nuestra Patria, damos gracias a Dios por la vida
y ministerio del Cura José Gabriel del Rosario Brochero y también damos gracias
a Dios por la vida de cada uno de sus ministros, de cada uno de nosotros que
hemos escuchado la llamada del Señor y lo hemos seguido.
Queremos hoy, luego de estos días de reflexión y oración
renovar nuestro ministerio a la luz de este Beato sacerdote que nos mostró
caminos.
En esta Misa le
podemos agradecer concretamente a Brochero, su oración. Oración que fue clave
de su amor de pastor. EL pastor bueno es el que ora mucho por su pueblo,
rezamos en la liturgia de las horas. El pastor que ora sabe descubrir mejor los
caminos de Dios, puede vivir con equilibrio y serenidad aún en momentos de tormenta.
La dimensión orante debe nuestra vida debe ser cuidada y valorada con especial
atención. Un predicador de retiro en tiempos de mi seminario nos compartió su
propia experiencia, él nos dijo” siempre la noche anterior programo la hora y
el momento de mi oración. Al no tenerla como un compromiso agendado muchas
veces es postergada”, y yo estoy seguro también por mi propia experiencia que
mucho se debilita si se debilita la vida de oración.
El Beato Cura Brochero, rezó. Lo hemos podido recordar durante estos
días en la carta que le escribió a su amigo Obispo Yañiz y rezó por los hombres
de su tiempo, rezó por los que habían estado antes en su tierra y en la
Iglesia, rezó por los que habíamos de venir…, rezó por nosotros y por los que
vendrán. Sin duda es fuente de consuelo y alegría sabernos fruto de la oración
de Brochero como nos sabemos fruto de la oración de Jesús.
Hemos podido renovar
durante estos días la certeza de saberlo con un corazón grande, como un hombre
de profunda vida interior y de sólida identificación con Jesús. Hombre de la
comunión. En su vida sacerdotal, estaban
todos, los de ayer, los de hoy y los del mañana a nadie dejaba fuera. Buen consejo para nosotros sacerdotes,
llamados con renovado entusiasmo por el Papa Francisco a salir a las fronteras,
ir a las periferias existenciales y geográficas de nuestra época y de nuestras
geografías para que nadie quede afuera de la invitación a gozar los gozos del
Reino. Brochero lo entendió y lo vivió
hace más de 100 años por estas tierras. Iba al encuentro de todos, buscaba a
todos pero especialmente a los más alejados y mal visto a los ojos del mundo,
porque él, lleno del corazón de Jesús Buen Pastor buscaba y amaba a todos. Y a
todos deseaba llevar a la amistad y al encuentro con Jesús. Su predicación era
Jesús, su trabajo, su corazón de Cura era llevar a los suyos a Jesús, “camino,
verdad y vida”. Su vida era predicación, su vida misma nos lleva a Jesús. Es
esta una buena invitación para imitar en nuestro ministerio.
Para nosotros
Pastores, necesitados sin duda, de modelos creíbles y posibles, aquí hay buena
escuela.
El texto del
Evangelio que hemos escuchado nos muestra el rostro del Padre que busca sin
cansarse y que sale al encuentro de todos. Y a todos, Brochero, lleva la riqueza del Evangelio, visita, está,
busca, acompaña, porque sabe que nunca
se deja de llevar y dar a Aquel que lo ha encontrado y ha descubierto el
Amor que le tiene”. Nos recuerda Francisco en Evangelii Gaudium 9
que, “El bien siempre tiende a comunicarse. Toda experiencia auténtica de
verdad y de belleza busca por sí misma su expansión”
Evangelio que nos habla a la vez de la
alegría por el encuentro, de pastor y de ovejas, pastor que busca porque no quiere que ninguna se pierda.
Toda la Palabra que hemos escuchado hoy nos habla de
Brochero. El es actualidad de Jesús, configurado con El. Es la actualidad del
Evangelio.
Constatamos aquí lo que hace permanente y presente a los santos,
lo que hace que un santo no sea un mero recuerdo del pasado, ni nostalgia de
alguien bueno que vivió tiempo atrás. Y lo constatamos porque su permanencia y
su presente siempre es la configuración con Jesús, Eterno presente porque el
Señor vive en los santos. Nos atrae
Brochero porque representó en su vida a Jesús.
Además de su vida
entregada, ejemplo para todos, Brochero nos ha dado la gracia de recuperar el
poder hablar de la santidad y desearla. Ciertamente podemos ver a Brochero en
su humanidad, como nosotros, en su fragilidad como nos lo compartió el Papa el
día de la Beatificación. Un hombre como nosotros. La santidad es posible,
porque a ella fuimos llamados. La
santidad, como nos recordaban ayer Monseñor Rovai y el padre Julio Merediz,
implica un camino cuyo punto de partida está en el deseo mismo de ser santos.
Monseñor nos
compartió el primer día de nuestro encuentro que lo que caracteriza más y mejor
a Brochero fue La caridad pastoral. Caridad pastoral que es reflejo del Amor de
Jesús, que nos amó hasta el extremo, y esa caridad debe ser una realidad tal en
nosotros, que no sólo es importante lo que hacemos sino la donación de nosotros
mismos, “somos para”, Brochero entendió bien lo de Agustín con ustedes
cristianos para ustedes (obispo) sacerdote. Este “para”, también debe ir
acompañado por el olvido de sí, de servicio, de búsqueda del bien del otro, este
“para” bien vivido nos preserva de la tentación de ser autoreferenciales. Quizá la causa de muchas defecciones o
tristezas y caídas de ánimo en el ministerio, tengan como punto de partida “el
mirarse uno, en primer lugar” buscando agradarnos, peligro siempre presente y
posible.
La preocupación por
el pecador (oveja perdida) y el gozo del encuentro puede desorientar como hemos
escuchado que les pasó a los fariseos y doctores que murmuraban, nosotros sabemos que salir de
nosotros mismos da norte y sentido el ministerio bien vivido. Y
volviendo a Francisco “llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que
humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos
para alcanzar nuestro ser más verdadero” (EG 8)
En la dinámica del Reino no hay nada de poco
valor: así sea uno, merece ser buscado y poner allí todas las energías. Cuando
a Brochero se le recriminaba y se lo criticaba porque se “juntaba con los
pecadores” respondía el Beato, como también hemos escuchado en estos días, que
la culpa la tiene Jesucristo porque El vino y murió por ellos.
Se
espera de nosotros que sepamos inclinarnos ante los pecadores y ante los
marginados de cualquier clase, porque hemos sido llamados a ser testigos de la
misericordia de Dios. Jesús nos lo mostró en su modo de relacionarse con lo más
necesitados y pecadores, Brochero nos lo mostró igual.
La palabra de Dios
que hemos escuchado de San Pablo a los cristianos de Colosas, puede ser leída
en clave Brocheriana. Brochero que supo
unir sus sufrimientos a los de Cristo por amor a la Iglesia, nos abre también
la dimensión ministerial en la cual
muchos dolores pueden, unidos a los de Jesús, ser ayuda e instrumento de
salvación para nuestro pueblo. Pablo y
Brochero han captado que el trabajo misionero está marcado, sobre todo por el
sufrimiento, como corresponde a un Apóstol que sigue las huellas del
crucificado. Dimensión que como hombres de fe siempre debe estar en nuestro
horizonte, sin escaparle ni esquivarle.
Dolores, aparentes fracasos, circunstancias
adversas de cualquier tipo pueden servir para el cumplimiento del proyecto de
Dios. Brochero, gastó y desgastó su vida para que todos sus fieles alcancen la
madurez en Cristo, por esta vida en serio, pobre y entregada, nosotros
renovamos el mensaje del Beato deseando alcanzar la madurez en Cristo y
comprometiéndonos a darlo a conocer a nuestros hermanos.
Que la Purísima, La
Mujer del Sí firme y fiel, nos cuide y acompañe en nuestro sí de cada día. Que
así sea.
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