De sus quince hermanos, Atilio es el único que se dedica a la alfarería. Su arte es un ícono de la alfarería en la especialidad de cerámica negra realizada con la técnica que empleaban los comechingones y que heredó de su abuelo y padres, quienes en ese entonces trabajaban la arcilla para procurarse utensillos para su uso cotidiano como los cántaros para mantener el agua y otro como enfriador natural de bebidas. También los cambiaban por comestibles a los vecinos. Más tarde, comenzaron a venderlos a los turistas que llegaban a Mina Clavero.
Sus hijas Carolina y Mariana trabajan la técnica junto a su padre, habiendo logrado varios premios y distinciones.
Todo el proceso de obtención de la arcilla, tinte con hierbas, amasado, moldeado y cocinado en horno a leña, lo hace tal cual los aborígenes de la época, logrando con esa tradición un valor artístico y cultural imposible de imitar con la tecnología moderna. La arcilla se va modelando a mano en frio, mientras se va oreando y alisando con un trapo mojado para seguidamente frotar con una piedra para levantar el brillo que una vez horneado no perderá nunca (ver video abajo) Una vez horneada se pone marrón y para que vuelva de nuevo el color negro se le realiza un ahumado con humo producido con pasto, hojas y estiércol de caballo. Esta técnica original hizo que su arte sea conocido en gran parte del mundo y por tal razón es visitado habitualmente por turistas, especialmente de Europa
PERMANENTE PREOCUPACION
La proliferación de piezas mal llamadas artesanales que son fabricadas con moldes en forma industrial y vendidas a los turistas como si fueran originales preocupa a los artesanos del valle, por el engaño o estafa que esta actividad produce a los turistas que con buena fe adquieren productos creyendo que son originales y que en muchos casos no son fabricados en el país. Estos (que se diferencian notablemente de los hechos a mano) al ser realizados en forma industrial en cantidades, hace que los artesanos tengan cada vez menos posibilidades de subsistencia debiendo descuidar su actividad, a lo que se suma que no reciben ninguna ayuda de tipo oficial ni de cultura cuando deben representar a la provincia o al país. También, en el caso de las visitas a su predio y taller que son gratuitas, más en el caso de las visitas escolares, donde a veces recibe unos trescientos alumnos, nunca puede compensar el tiempo perdido para realizar su trabajo. En los países que apoyan la cultura, los artistas son subsidiados para que transmitan su arte al mundo.